dimarts, 16 d’octubre del 2007

Yo estuve allí


Zaragoza, capital de Aragón. Doce de octubre de 2007. Después de un retiro de diez años, los Héroes del Silencio se reúnen en su ciudad natal para satisfacer las ansias de miles de fans. Justo hace una década, en 1997, que yo, siendo un chaval de trece años, empecé a escucharles. Fue en sentido inverso, empezando por su último disco entonces, el doble directo Parasiempre. De ahí iría comprándome religiosamente todos sus álbumes. Por cierto, no me gusta la palabra fan ni mucho menos los fanáticos, pero por esta vez me aplico el término. Tres razones: es el único grupo que nunca he dejado de escuchar, conozco el nombre de todos sus componentes, me he gastado mis pesetas (sí, en pesetas) en comprar discos piratas (cuya calidad de sonido dejaba bastante que desear) cuando nadie se bajaba música por internet o ni siquiera tenía internet.

No sé por qué, recuerdo perfectamente la primera vez que escuché su música: fue en un parque, a través de un walkman (entonces aún utilizábamos la cinta cassette) de cascos de diadema. A partir de entonces y hasta fecha de hoy mis padres y yo, aunque a ellos mucho les pese, tendríamos héroes hasta en la sopa.

Pero vámonos al concierto, que ya me pongo nostálgico. Para ello necesitamos antes coger uno de los autobuses Jiménez, que en unas cuatro horas nos lleva desde la capital del Turia hasta Zaragoza, pasando por los maravillosos paisajes turolenses de bajas colinas, bosques de pino y riachuelos en cuyas riberas las hojas de los chopos ya van tomando el color anaranjado del otoño. En la provincia de Zaragoza, llama la atención la visión del pueblo de Daroca, ciudad enmurallada. En otra otra ocasión con más tiempo haremos una paradita allí.

Ya en la ciudad, se respira Héroes del Silencio. Más aún en los alrededores del estadio de la Romareda, al que llegamos en taxi desde la estación, no sin antes sufrir el cruel pillaje que su conductor practica en nuestros bolsillos. Dejemos el tema. En las calles, en los bares, allá donde mires ves gente que porta camisetas o pañuelos con el símbolo HDS. Ello se hace más patente en los alrededores del estadio. Me dicen que habrán unas cuarenta mil personas, ¡ahí es nada!

Ya estamos dentro. Me creo lo de las cuarenta mil. En los aseos hay colas quilométricas. Incluso una vez dentro del servicio compruebo que hay mini colas de tres personas para orinar en un váter de pared. Nunca dejas de sorprenderte.

Veintiuna horas. Ya comienza. Estamos situados a pie de campo, ligeramente atrás. Para mi sorpresa, estamos a nuestras anchas. En cambio las gradas llenas. Suenan los primeros acordes de El estanque (nótese como arriesgan empezando con una canción tan tranquila) y se encienden las pantallas cuyas imágenes, como váis a ver, iban acordes con la temática de cada canción. Por cierto, aunque lo parezca no voy a hacer una crónica exhaustiva del concierto, sino a contar cuatro cosillas que me llamaron la atención. Primero porque hacerlo sería pesado, y segundo (y más que nada) porque ni yo mismo fui consciente de lo que estaba viviendo. Es curioso como en estas ocasiones parece que estás como anestesiado, embobado, y necesitas de unas horas o días para digerir lo que has vivido. Suerte que tenemos youtube para revivirlo: éste es mi regalo de hoy, que podáis asistir desde vuestros hogares al concierto sólo haciendo clic en cada canción. Dad las gracias a quienes se molestaron en grabarlo. Aquí tenéis, por cierto, un set-list aproximativo:

1. El estanque

2. Deshacer el mundo

3. Mar adentro

4. La carta

5. Sirena varada

6. Bendecida

7. Opio

8. La Herida

9. Fuente esperanza

10. Apuesta por el rock and roll

11. Héroe de leyenda

12. Con nombre de guerra

13. No más lágrimas

14. Nuestro nombres

15. Oración

16. Entre dos tierras

17. Maldito duende

18. Iberia sumergida

19. Avalancha

20. El mar no cesa

21. Tumbas de sal

22. La chispa adecuada

23. Tesoro

24. Malas intenciones

25. En los Brazos de la fiebre

Me llamó la atención como los héroes no se olvidaron de sus primeras canciones, y de hecho he de decir que disfruté más con esta parte del concierto que con temas de Avalancha o El espíritu del vino, quizá también porque para cuando Bunbury los cantó, su voz ya no estaba para muchos trotes, quizá porque son temas más cañeros y la distorsión de Valdivia le obligaba a forzar la voz. Sí, Enrique estaba con gripe, en un momento dado él mismo confesó que necesitaba cinco minutos de descanso pues de camino a Zaragoza había cogido una fuerte gripe y se estaba quedando sin voz. Más tarde agradeció nuestra comprensión. Los que de verdad le admiramos se lo perdonamos.

Momentos álgidos: el comienzo del concierto, con El estanque. La gente estaba tan ansiosa que antes del comienzo de la letra ya coreábamos las notas de la guitarra. Es realmente emocionante ver a miles de personas a tu alrededor cantando contigo las canciones que llevas escuchando toda la vida y que han marcado tu adolescencia. El primer guitarrazo de Entre dos tierras, seguido de los toques de batería de Pedro Andreu, cuando ya de pie en los asientos de una grada nos las arreglábamos para saltar. El estribillo de No más lágrimas (No puedo dormir, con esas lágrimas...). Y hablando de lágrimas, a un servidor estuvieron a punto de escapársele en lo que para mi y para muchos fue el momento más bonito de la noche: la outro de La chispa adecuada, en la que un Bunbury que no podía declamar agradecía al público su asistencia entre aplausos, mecheros y una lluvia de confeti plateado. Sin duda una de sus mejores canciones, que pese al toque enmarañado de la letra (nunca mejor dicho), creo discernir representa cuán difícil es la comprensión entre dos personas y que éstas converjan en un punto para compartir el amor.

Gratas sorpresas: el hecho que tocasen La carta (vedla aquí de lejos) y Malas intenciones, ambas canciones de despecho amoroso, hits del que quizá es su mejor disco, Senderos de traición. Como también fue todo un deleite que tocasen El mar no cesa, con cuya frescura disfruté más que con cualquier otro temazo. Por no hablar de Agosto. Tumbas de sal le dio un toque roquero al momento.

Y todo esto y más ocurrió en aproximadamente dos horas y veinte minutos, aunque a mi y a mi compañero de correrías, que con cara de póquer mirábamos como la gente evacuaba las gradas del campo iluminado, nos parecieron diez minutos.

___________________________________________________________________

Aquí tenéis un artículo de El País que ofrece una crónica interesante (aunque discrepo en eso de los precios “populares”). Y aquí un artículo del que se puede sacar algo interesante sobre las letras de los héroes.